Fue el invierno más cruel en la historia de Leyis, un pueblo que quedó marcado por la tragedia, la sangre y el dolor. El frío dejó congelado para siempre el horror de aquella guerra. Gádaro y Belisay nacieron cuando la angustia aún se respiraba en cada esquina. Crecieron y lucharon juntos: él para ganar el favor del Supremo; ella para olvidar su pasado. Cuando pensaron que finalmente la felicidad los abrazaría, otro golpe inesperado sacudió sus vidas abriendo una herida mucho más difícil de sanar. Pero nada pudo apagar la fe de Gádaro, quien, creyendo en lo imposible, decidió ir tras la verdad. ¿Sería su fe suficiente para llegar a ella? ¿O acaso solo traería más dolor? Sabía que hallar al Supremo era descubrir la verdad. Rodeado de engaños y traiciones, pero con la amistad inquebrantable de su prima, pondrá en riesgo su vida por encontrarla. Eran muchas sus preguntas y pocas las respuestas. Pero una cosa era cierta. Era un hijo de la esperanza y eso lo cambiaba todo.
Acerca del autor
Nació en la ciudad de Córdoba. Está pronto a cumplir los primeros 50 años de vida, y la mitad de ellos los ha compartido con Vanesa, su esposa, quien le regaló el título de padre de cuatro hermosos hijos. Si bien su formación lo llevó hacia las ciencias exactas, desde pequeño disfrutó mucho de la literatura, y aún recuerda a ese niño que, de pie y frente a la biblioteca de su casa, buscaba algo nuevo para leer. Siendo joven, descubrió la belleza de la escritura y cómo, a través de ella, conectar sus valores con historias de la vida cotidiana. Los hijos de la esperanza es su primer libro, y es un fiel testimonio de que la ingeniería no conspira contra la creatividad, sino que ambas pueden ser muy buenas amigas. Ama compartir tiempo con su familia, más aún cuando puede hacerlo junto a un río de aguas cristalinas y playas de arena fina. Le gustan los juegos de mesa, le apasiona la docencia y es fanático de las frutas, en todas sus formas. Desde un principio supo que el éxito de su novela consistía en terminarla, el mayor disfrute en escribirla y un regalo inmerecido el publicarla. No se considera digno de la gracia y el amor de Dios, pero los abrazó cuando encontró en su Salvador el propósito de su vida.
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Fue el invierno más cruel en la historia de Leyis, un pueblo que quedó marcado por la tragedia, la sangre y el dolor. El frío dejó congelado para siempre el horror de aquella guerra. Gádaro y Belisay nacieron cuando la angustia aún se respiraba en cada esquina. Crecieron y lucharon juntos: él para ganar el favor del Supremo; ella para olvidar su pasado. Cuando pensaron que finalmente la felicidad los abrazaría, otro golpe inesperado sacudió sus vidas abriendo una herida mucho más difícil de sanar. Pero nada pudo apagar la fe de Gádaro, quien, creyendo en lo imposible, decidió ir tras la verdad. ¿Sería su fe suficiente para llegar a ella? ¿O acaso solo traería más dolor? Sabía que hallar al Supremo era descubrir la verdad. Rodeado de engaños y traiciones, pero con la amistad inquebrantable de su prima, pondrá en riesgo su vida por encontrarla. Eran muchas sus preguntas y pocas las respuestas. Pero una cosa era cierta. Era un hijo de la esperanza y eso lo cambiaba todo.
Acerca del autor
Nació en la ciudad de Córdoba. Está pronto a cumplir los primeros 50 años de vida, y la mitad de ellos los ha compartido con Vanesa, su esposa, quien le regaló el título de padre de cuatro hermosos hijos. Si bien su formación lo llevó hacia las ciencias exactas, desde pequeño disfrutó mucho de la literatura, y aún recuerda a ese niño que, de pie y frente a la biblioteca de su casa, buscaba algo nuevo para leer. Siendo joven, descubrió la belleza de la escritura y cómo, a través de ella, conectar sus valores con historias de la vida cotidiana. Los hijos de la esperanza es su primer libro, y es un fiel testimonio de que la ingeniería no conspira contra la creatividad, sino que ambas pueden ser muy buenas amigas. Ama compartir tiempo con su familia, más aún cuando puede hacerlo junto a un río de aguas cristalinas y playas de arena fina. Le gustan los juegos de mesa, le apasiona la docencia y es fanático de las frutas, en todas sus formas. Desde un principio supo que el éxito de su novela consistía en terminarla, el mayor disfrute en escribirla y un regalo inmerecido el publicarla. No se considera digno de la gracia y el amor de Dios, pero los abrazó cuando encontró en su Salvador el propósito de su vida.